miércoles, 29 de abril de 2009

La Caminata... (El karma regresa las mordidas)

3 El karma regresa las mordidas...

-San Miguel, defiéndenos en la lucha, se nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio; que Dios humille su soberbia. Y tu, príncipe de la milicia celeste….- El susurro es constante, martillando nuestros oídos, ella lo hacia durante horas… repetía y repetía esa oración, desde que llego a la casa.

Ella, su padre y su novio, la verdad la primera vez que logre verla de cerca, vi en ella algo que no sabia distinguir, no sabia si se trataba de algún tipo de deseo o de aversión, pero sabia que en su mente roían con afán cientos de recuerdo tortuosos, nunca quise preguntar por cuanto habían pasado para llegar hasta este punto revuelto en el mapa, ni quería hacerlo, sentía que seria como alentar a los demonios que con tanta insistencia ella trataba de alejar.

-Deberías salir de tu caparazón chico raro, estamos en el final de todas las cosas y tu te sientas en ese rincón oscuro a ver como pasan los minutos, me asustas… y como habrás notado es bastante difícil que me asuste- dijo ella mientras juntaba unos vendajes para su novio, por suerte mi padre y mi hermano estaban listos en casa para atender prácticamente cualquier tipo de herida, tenia un profundo y oscuro corte en la parte baja del peroné, una aguda hoja de hueso había cortado la piel y el músculo formando la supurante magulladura. Le habían brindado los primeros auxilios bastante al apuro, limpiando precariamente la herida con algo de puro cubriéndola y apretándola con varios retazos de tela y finalmente entablillando la pierna.

La primera impresión de mi padre y mi hermano al ver la herida, fue una mala excusa para poder retirarse de la habitación, nos reunimos con ella y su padre en la sala, -Siento decirles que no tenemos mas opción que amputar, antes de que la infección se agrave y todo empeore- , las palabras de mi padre fueron como una gran roca para esa muchacha de no mas de veinticinco años, de aceptarlo tendría que arrastrar el peso de haber invalidado al hombre con el cual había compartido los últimos cuatro años de su vida, de lo contrario corría el riesgo de que sufriera una severa infección y una tortuosa y dolorosa muerte.

-¡Chico raro!- dijo ella, sosteniendo su estomago con la mano derecha mientras que la mano izquierda temblaba con fuerza –dime, ¿Qué harías tu?- mirar sus ojos acuosos repletos de lagrimas casi logra conmoverme, finalmente tenia que decir lo que pensaba, no podía evitarlo.
–Que la corten.-
El espectáculo lúgubre de la amputación fue algo que debo decir me hizo dudar sobremanera de mi capacidad de mantener mis últimos vestigios de cordura en pie, puesto que miraba con fascinación todo el proceso, darle la noticia al pobre muchacho y como gracias a una amplia dosis de un pésimo vodka y la aplicación de xilocaina para bloquear la sensibilidad de la zona, lograron ponerlo en calma para la dura tarea que se avecinaba, se miraron a los ojos mi padre y mi hermano, finalmente mi hermano tomo mi afilado machete y con precisión quirúrgica y fuerza que no sabia que poseía asesto un tremendo golpe contra la pierna, el sangrado fue profuso pero no muy fuerte, sin la presión que yo esperaba, mi hermano tenia el rostro cubierto de sangre, de seguro podía sentir el sabor metálico de la sangre en su boca; limpiar luego toda la habitación fue algo difícil, pero todo se valía en estos días en pos de la supervivencia, esperábamos con honestidad que esto fuera la mejor opción.

-No se nada de ti, ni quiero saberlo, ya tengo suficiente preocupándome por mi familia, como para hacer mas amistades por las cuales preocuparme, pero necesito saber, como se rompió la pierna de tu novio.- le dije sin siquiera tomarme la molestia de lavarme las manos aun manchadas de un rojo diluido por la limpieza del cuarto, note como inicio un pestañeo indulgente, y su voz temblaba con cierto temor, pero aun así pudo escupir su mentira con relativa facilidad, si no fuera por mi extenso entrenamiento con mujeres bellas y mentirosas, podría habérmelo creído, -una caída, nada mas callo sobre una alcantarilla abierta- resumió luego de su largo discurso, me levante y dándole la espalda subí las escaleras sin decir una solo palabra.

-Chico raro-
-Si dime…-
-No me crees, verdad-
-No lo haría…., aunque fuera verdad, no lo haría.-

Me dirigí a la habitación donde el muchacho aun dormía, una mezcla no muy saludable entre vodka, xilocaina, la perdida de sangre y ver como sistemáticamente te amputan la pierna, le había provocado un prolongado sueño, ella sabia lo que se tenia que hacer, así que solo salio de la habitación dando una mirada que entremezclaba el odio y la compasión, solo nosotros sabíamos de esto, ni ella ni yo habíamos comentado el echo, ni siquiera su padre lo sabia.
Cerré la puerta de la habitación, y me senté justamente en el espacio donde debería estar su pierna, ese muchacho tan solo uno o dos años mayor que yo, no había tenido la oportunidad de conocerlo, es mas seré honesto ni siquiera sabia su nombre, me pareció escucharlo cuando todos llegaron esa noche y se presentaron, la verdad yo no tengo ánimos de conocer a nadie ahora.
No era justo, no era justo que el muriera en mis manos, y lo peor de todo, no tenia yo nadie contra quien pelear, no podía enfurecerme con los putrefactos cadáveres que pululaban la ciudad, no se que los conduce, pero es obvio que no son seres malignos, solo esta en su naturaleza el alimentarse, no puedo saber que causo todo esto, ni quería pensarlo, no podía enfurecerme con ella… por arriesgar mi pellejo y el de toda mi familia trayendo a su noviecito mordisqueado a mi casa, y mintiendo sobre el para evitar que le perfore el cerebro, no podía hacer nada mas que seguirle el paso a estos nuevos y tortuosos días.

Empuñe un picahielo que guardaba en mi bota derecha, con pulso fijo lo puse justo en ese espacio delgado del cráneo a nivel de la sien, dispuesto a acabar con su sufrimiento…. –abre la puerta, no podemos permitírtelo no a ti solo, sal discutamos esto Rata… por favor sal!-.
Mi hermano solía decirme Rata, era un apodo bastante viejo y de mucho significado para mi, la voz de mi hermano se me hizo calida, como una cobija de paz que me cubría de a poco, mientras bajaba el largo punzón de la cabeza de ese pobre muchacho.

Solo eso basto; con mi mano en la perilla de la puerta logre escuchar el cuerpo caer al piso, el sonido seco que su torso y piernas provocaron al azotarse con violencia…, impulsándose con su única pierna y sus brazos aun frescos, se abalanzo sobre mi, su aliento era caliente como estar junto a un radiador, y sus manos aunque mucho mas delgadas y débiles que las mías, lograron bajar mi guardia, lo empuje con una patada en el pecho, mientras el gritaba y chillaba, la puerta se movía con violencia, pero no podía distinguir los gritos desesperados de mis familiares del otro lado, me levante lo mas rápido que pude y le puse la suela de mi bota en la garganta, intentando mantenerlo a raya mientras ubicaba el punzón que había perdido en la gresca previa, su mirada fija inexpresiva y el chasquido de sus dientes al cerrar la mandíbula de manera desenfrenada no me permitía pensar con claridad, ubique el punzón y di un salto hacia atrás para poder alcanzarlo, lo tome con firmeza y golpee su cabeza, sentí como la punta rompía el cráneo y mi fuerza junto a la suya incrustaba el agudo objeto en su reblandecido cerebro, fue en ese instante, mientras miraba su cabeza, en el que sentí como ese mismo brazo se incendiaba, un dolor agudo como cientos de agujas intentando salir de mi piel, muy cerca de la muñeca, junto con el cuerpo desplomándose y la súbita entrada de mi hermano y mi padre a la pequeña habitación, logre distinguir de que se trataba, -Kruschev…, me mordieron- fue lo único que atine a decir mientras mi hermano con lagrimas en los ojos me abrazaba y me aseguraba que todo estaría bien.
-San Miguel, defiéndenos en la lucha, sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio; que Dios humille su soberbia.
Y Tú, Príncipe de la Milicia Celeste, arroja al infierno a Satanás y demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas.
Amen.- Sentencio ella mirando la escena desde final del pasillo con la misma mirada de odio y compasión.

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